La historia de las latas para bebidas comienza durante la primera década del siglo XX, cuando se realizaron los primeros intentos de envasar cerveza en lata, un envase que, según sus impulsores, podría conllevar grandes ventajas de resistencia, fácil transporte, comodidad y ligereza. Sin embargo, y en paralelo a las ventajas, se apuntaban algunas dudas, como que un envase metálico fuera adecuado para la cerveza, lo que retrasó su desarrollo. Los principales obstáculos se debían a la interacción entre el contenido y el material metálico y a la dificultad de encontrar un cierre capaz de soportar la presión interna. Salvados los inconvenientes iniciales, la primera lata de cerveza comercial se desarrolló a principios del año 1935 en una pequeña cervecería de Nueva Jersey, que en unos pocos meses multiplicó sus ventas por cinco. La lata, que tenía cuello cónico, contaba con una gran superficie decorable, lo que permitía atractivos diseños que la diferenciaban de sus competidores.
Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se detuvo el creciente desarrollo de la lata de cerveza, llegó la normalidad y, junto con ella, los refrescos envasados en lata, sobre todo de cola, en el mercado norteamericano. El objetivo era popularizar el consumo de estas bebidas en actividades de ocio al aire libre, algo que pronto ocurrió y se convirtió en todo un icono cultural.
La lata para bebidas es, desde sus inicios, un elemento en constante evolución cuyos cambios, salvo algunas excepciones, han sido inapreciables para el consumidor. Desde las primeras latas de cuello cónico con tapón de rosca o corona a las tapas planas de aluminio de fácil apertura en todo momento, este objeto ha ido en constante evolución en cuanto a materiales y procesos de fabricación, además de mejorar su comportamiento medioambiental. Ha llegado a ser, con gran diferencia, el envase para bebidas más reciclado en el mundo. Uno de los avances claves ha sido la introducción de la anilla que no se separa de la tapa. Así se eliminaba una pequeña pieza de metal, que podría tragarse o contaminar el medio ambiente.
El paso siguiente fue agrandar el agujero de apertura para que la bebida pudiera consumirse directamente a tragos y facilitar su consumo. Pero la evolución de la lata como envase no ha terminado. Además de transportar y proteger la bebida, los refrescos en este caso, el envase es capaz de enfriarla y proporcionar un producto en su punto óptimo de consumo.
Fuente: Consumer
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