viernes, 20 de abril de 2012

Olivicultura argentina en perspectiva

El Plan Estratégico duerme el sueño de los justos desde el 2008.

Muchas veces escuchamos que es bueno ver las cosas en perspectiva. En general parece ser cierto. En el caso que nos ocupa, es la perspectiva histórica de la olivicultura en la Argentina. Viene a cuento traer las conclusiones que el ingeniero agrónomo Pedro Augusto Bovet nos dejó en su volumen “El Olivo, su cultivo y utilización en la chacra argentina”, editado en La Plata en 1935.
De este modo, dice Bovet en el libro citado:
“Del estudio que precede se deduce:

1) Que el olivo existe, aunque en muy pequeño número, en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, Mendoza, San Juan, La Rioja y Catamarca. Salvo excepciones recientes, y hablando en general, los olivares existentes se hallan abandonados, faltos de poda, de cultivo y apestados y su producto aprovechable es ínfimo.

2) Que el estudio razonado del clima y suelo de la República Argentina indica como favorables al cultivo del olivo a las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Santiago del Estero, Tucumán, parte de Salta y Jujuy, parte de Buenos Aires, la mitad de Córdoba, en las cuales cabe el cultivo mediano del olivo, y como muy favorables la parte noreste de Mendoza, San Juan y los dos tercios orientales de Catamarca y La Rioja, en las cuales deberá ubicarse el gran cultivo industrial del olivo.

3) Que hasta en las franjas extremas conviene extender el pequeño cultivo del olivo, prefiriéndolo a otros árboles menos utilitarios para las avenidas, caminos interiores, rincones abrigados o no aprovechables.

4) Que la extracción del aceite y la curación de aceitunas caseras son fáciles y tiene que hacerlas cualquier quintero o chacarero con los elementos necesarios.

5) Que el cultivo del olivo con destino industrial exige grandes inversiones y requiere además discernimiento, condiciones favorables del clima, suelo, riego y cuidados culturales como poda, cultivo, riego, abonadura y curaciones, esmerados y generosos.

6) Que en tales condiciones el olivo constituye efectivamente el cultivo noble y rendidor por excelencia y brinda rentas enormes durante generaciones.

7) Que en los últimos años entraron en la República Argentina alrededor de 23 millones de kilos de aceite de oliva y cuatro millones de kilos de aceituna conservada por año, que al precio actual representan en parte baja unos sesenta y ocho millones de pesos moneda nacional que el país paga al extranjero, cuando los podría emplear en parcelar, colonizar y crear núcleos de riqueza mediante el cultivo y la utilización propios del olivo. El fomento de la olivicultura es, pues, de interés nacional.

8) Que en todos los países olivícolas, hasta en los más atrasados, se están aplicando paulatinamente los métodos racionales de cultivo, de extracción y de conservación, con los que sólo se consiguen productos perfectos.

9) Que, por consiguiente, no bastará fomentar tibiamente dicho cultivo, sino estimularlo con toda energía y por las vías más eficaces, a fin de que los productos obtenidos puedan competir con los extranjeros de calidad superior y no ser derrotados en su propio lugar de producción.

10) Que el fomento para ser eficaz en la creación de olivares productivos y la obtención económica de productos para la venta deberá, para cada provincia donde se cultive el olivo y sin descuidar por ello los demás medios de fomento del Ministerio de Agricultura, reposar en la formación de asesores agrónomos, que una vez conocedores de la región y de sus necesidades vayan a estudiar y apreciar las zonas olivícolas adelantadas para traer lo aprendido allí y aplicarlo luego en constantes recorridas, publicaciones y trabajos cooperativos con los olivicultores.

11) Que este sistema de comisionados agrónomos que labró la supremacía frutícola y la prosperidad agrícola de los Estados Unidos debería hacerse extensivo a nuestros demás cultivos y especialmente a nuestra fruticultura y, en consecuencia, se aconseja a los gobiernos nacional y provinciales al fomento de sus respectivas posibilidades olivícolas y frutícolas en general, mediante el envío de agregados agrónomos a sus legaciones y de comisiones de agrónomos al extranjero.
Esto es tanto más oportuno cuanto que los métodos culturales y la técnica del aprovechamiento de los productos de la tierra han adelantado en estos años de guerra más que en todo el siglo pasado.

12) Que a fin de posibilitar la pequeña industria del aceite de oliva que ya está surgiendo en el noroeste de la república y evitar que sea ahogada desde su infancia, como ocurrió en California el siglo pasado, incumbe hoy al gobierno nacional tener presente este ejemplo y proceder a amparar, mediante una ley adecuada, el aceite de oliva puro contra las falsas denominaciones, mezclas y sustituciones de que es objeto con aceites inferiores y de otros vegetales, a veces ya en los países de su exportación y siempre aquí en su llegada.
Esta legislación protectora es la condición previa a toda pretensión de fomento olivícola y sólo bajo su amparo podrá surgir la olivicultura.

Chacra Experimental de Patagones, 1918″.

Cuando han pasado casi cien años desde que Bovet inició su experiencia de plantar olivos en la Patagonia, vemos que el balance real es negativo, pues en el medio de este tiempo cometimos muchos “desaguisados”.
Hoy nos encontramos con un panorama similar al de hace un siglo. Con la diferencia de que nos escondemos del diagnóstico certero y desapasionado. Así nos empeñamos en decidir qué hacer con la herencia recibida de la ley de diferimientos impositivos, la 22021/79, que en la mayoría de los casos se usó como artilugio financiero realizando inversiones en lugares impropios, con variedades impropias y procesando la materia prima de modo también impropio.
De más está decir que los montos reconocidos por cada inversión también fueron impropios. Por eso nos permitimos subrayar el concepto traído a colación por el ingeniero Bovet cuando dice: “Las inversiones deben hacerse con discernimiento”.
El resultado, es decir, lo producido hoy por esas explotaciones es una entidad oleosa que cuesta clasificar como aceite de oliva extravirgen y es aún más difícil vender como tal.
De todos modos le echamos el “San Benito” a la “cadena de valor”del olivo. De este modo no atinamos el rumbo a seguir y el Plan Estratégico Olivícola Argentino duerme el sueño de los justos desde el 2008, no dando nadie razón de qué sucede con él.
De algún modo, el ingeniero Pedro Bovet mismo sufrió las consecuencias del “ninguneo” en su época, pues estuvo siete años al frente de la Experimental Patagones, desde 1913 hasta 1920. Sin embargo, tuvieron que pasar más de quince años para que le publicaran sus trabajos.
Lo cierto es que hoy el mundo continúa andando y hay vientos de cambio en todos lados, menos aquí.
En efecto, son varios y sonados los casos de escándalo internacional que afectan el mercado del aceite de oliva. Pasemos el peine por los más significativos, secretos a voces dentro de la industria:
a) El organismo chino que controla la calidad alimentaria investigó y determinó que cuatro de cada cinco aceites de oliva que se venden en China, todos ellos importados, tienen etiquetas fraudulentas.
b) En Canadá fueron secuestradas varias partidas de aceite de oliva procedentes de Europa que no respetaban los estándares de calidad.
c) El subcomité, creado especialmente el año pasado en el Senado de Estados Unidos, endureció las normas de calidad para admitir aceites de oliva extranjeros en su país. Este año realizó ya importantes avances para restringir aún más la entrada de aceites extranjeros y proteger una industria nacional incipiente siempre y cuando responda a estándares de calidad.
d) En Brasil, destino principal de muchos aceites argentinos, fueron vedadas al consumo importantes partidas de aceite de tradicionales operadores de nuestro país por no respetar las normas de calidad e inocuidad de los alimentos.
e) No existe en realidad un organismo que tenga poder real para auditar la composición de los aceites de oliva, predominando en el mercado local las mezclas, espurias al no estar declaradas.
Si no somos capaces de tomar las riendas de los acontecimientos, ellos nos manejarán a nosotros y el resultado no será auspicioso.

Fuente:  Víctor Tomaselli - Diario Rio Negro

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